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Conectivismo y cultura “a la latinoamericana”.

Si aceptamos los postulados de Vygotsky de que la cultura y la comunicación interpersonal guían el desarrollo del niño, que las funciones mentales superiores se desarrollan a través de las interacciones sociales, derivando significados y afectando la construcción de “su conocimiento” a través de la internalización; y si a la vez aceptamos a Stephen Downes y George Siemens con su paradigma conectivista que parte de las redes como las unidades para obtener conocimiento a través de asociaciones compartidas en una comunidad, pareciésemos estar encontrando los elementos para intentar entender como el conocimiento se maneja dentro de nuestra cultura latinoamericana, o como podemos manejar el conocimiento conectivista a “la latinoamericana”.

Porque, serían esas interacciones sociales, y el tipo de información que fluye por esas redes en una comunidad, las que determinarían los tipos de conocimiento, “el conocimiento” al cual serían reactivos los miembros de una determinada cultura, de una determinada estructura social. Y si estos elementos los ponemos en el medio de toda la discusión que en forma recurrente nos recuerda que somos miembros de “la raza cósmica”, o que vivimos en “el laberinto de la soledad”, o que saltamos “del buen salvaje al buen revolucionario”, por solo nombrar algunas aproximaciones al problema de nuestra unicidad, de las consecuencias de nuestro mestizaje, sin duda que deberíamos comenzar a visualizar algunas experiencias que podrían resultar sumamente interesantes para desentrañar nuestra relación cultural con el conocimiento.

Una de esas experiencias que creemos posible en nuestra sociedad, o mejor dicho en los individuos que la componen, es la de asumir la conectividad, el estar conectados al mundo en su forma más amplia, incluyendo la conexión que nos brinda el mundo cibernético de las tecnologías digitales, de una forma mucho más natural por nuestra condición mestiza que la que ocurre a los habitantes de otras latitudes. Para ello solo tendríamos que cruzar la barrera del hecho tecnológico propiamente dicho, de manejar tecnologías concebidas originalmente para resolver problemas culturales del mundo anglosajón, pero que al ponerse en una dimensión más amplia, la de la información universal como posibilidad, nos encontraría particularmente preparados para asumirlo por aquello de estar preparados para “enfrentar el pasado que no es ausente ni presente”, un pasado que no nos marca para entrar a ese “nuevo mundo” que nos abre lo digital, en contraste con otras culturas donde el pasado es un pasado-presente cargado de tradición, y que por lo tanto cierra posibilidades. El conectivismo nos ofrece la posibilidad a los latinoamericanos de lograr en nosotros esa síntesis de la ciencia y la poesía que es la historia, como nos recuerda Octavio Paz, es poder hacer el trabajo del historiador que reconstruye con imaginación la sólida realidad de sus hallazgos, es poder salir exitosamente de lo mágico maravilloso, por poder manejar con facilidad la información exuberante que nos permite la tecnología.

Pero para lograr esto, necesitamos un sistema educativo que apoye el proceso. Debemos encontrar la manera de insertar en la conectividad y el conectivismo a nuestros docentes, y hacerlo aceleradamente, antes de que el hecho tecnológico nos vuelva a arropar y nos sigamos quedando en los bordes de la historia. Visto así, pareciera que pudiésemos encontrar en la técnica una manera de constituir un elemento connatural a nuestra cultura. De repente vale la pena explorar estas posibilidades. Invitamos sus comentarios

Subido por lordonezv a conectividadlatinoamericana.org el Lun, 11/15/2010 – 18:50
Publicado en Políticas Públicas y Conectividad en la Educación
Republicado en Interconectados por razones didácticas

2 Comentarios

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