¿Cuántos problemas en su país han merecido que se creen fondos específicos que sirvan como estímulo para su estudio? Con esta pregunta concluimos una nota previa en esta bitácora referida al tema de los acicates para investigar temas concretos del entorno. Es que el problema del financiamiento de los programas de investigación o intervención social no está resuelto en nuestro medio.
Entendemos que en nuestro país, Venezuela, hemos asistido a un proceso mediante el cual la ciencia en general (Ciencia y Tecnología se le llamaba en algún momento, ahora cada vez más se le llama Ciencia, Tecnología e Innovación, cuestión de modas) ha sufrido cambios en la percepción que sobre ella podía tener la sociedad, derivados de los procesos socio-políticos que iban ocurriendo en el entorno nacional, los cuales de una u otra manera han incidido en los mecanismos de financiamiento de la misma. Así, cuando se inicia la estructuración formal de la entonces incipiente comunidad científica, con la creación de AsoVAC, en condiciones difíciles para la universidad (década de 1950, en medio de una dictadura y con la universidad cerrada) se difunde la idea de la ciencia útil y comienza a aparecer financiamiento oficial de forma poco estructurada y financiamiento privado por la vía del mecenazgo (aparece FundaVAC). Con la explosión del ingreso petrolero y la subsiguiente evolución institucional acelerada en la década de los 70, por el incremento del presupuesto del Estado, se le empieza a percibir como ciencia importante (aparece el CONICIT, los Ministros de Estado para la CyT, la Comisión de CyT en la Cámara de Diputados en el Congreso, La COPRE, etc.), etapa donde el Estado asume el financiamiento del sector, afectando la percepción que sobre ella tenía la sociedad. Ahora que el Estado se encuentra en crisis, que los presupuestos públicos no alcanzan para financiar sus funciones básicas y se ve imposibilitado de seguir asumiendo el crecimiento del sector, ha llegado la etapa de la ciencia necesaria, que obtenga financiamiento por la vía de la prestación de servicios de investigación y desarrollo. Un proceso que podríamos esquematizar así:
Al investigar y revisar las visiones que sobre el financiamiento de la ciencia han existido en nuestro medio, resultó interesante encontrar algunas opiniones de cuando empieza a consolidarse la comunidad científica nacional, por allá por los años 1950 y 1960. Por ejemplo, el volumen 4 número uno de 1967 de la revista Universalia, recoge varias presentaciones de un simposio que realizó la AsoVAC sobre Perspectivas del avance científico en Venezuela; en el trabajo presentado por Gustavo Rivas Mijares, “Posibles Fuentes de Financiamiento para impulsar la Investigación Científica” el autor adelantaba que es necesario:
a.- Determinar y precisar los posibles problemas y soluciones que hoy en día encara el país, en cada campo de acción particular en que se encuentran envueltas las ramas de la ciencia que se cultivan en la nación
b.- Interesar a los distintos sectores directamente responsables e interesados en aplicar soluciones de factible realización
c.- Celebrar contratos o convenios en donde se prevea la intervención de científicos y técnicos y la utilización de las facilidades de que disponen las dependencias capaces de desarrollar alguna forma de investigación
d.- Lograr, a través de tal ayuda económica, y técnica en ciertos casos, la ampliación de facilidades para ejecutar esas y otras investigaciones correlacionadas.
En principio lo estructurado por Rivas Mijares continúa siendo válido en lo relativo a los Qué hacer, lo que ha variado mucho desde entonces son los Cómo hacerlo.
La universidad es vista cada vez más como una cuasi empresa, de acuerdo a lo mostrado en la figura elaborada a partir del trabajo seminal de Etzkowitz (2003).
Por otra parte, nos preguntamos si en nuestro medio será posible apelar a financiamientos alternos, distintos al generado desde el presupuesto nacional, comunes en otras latitudes, donde organismos como el Grupo Banco Mundial o el Grupo BID que ofrecen soluciones financieras flexibles a sus países miembros para financiar el desarrollo económico y social a través de préstamos y donaciones, o si fundaciones privadas como la NextWorldNow interesada en financiar proyectos que surjan desde las comunidades para mejorar su calidad de vida, u organismos internacionales como OXFAM que agrupan ONG “para combatir la pobreza y el sufrimiento”, pudieran asumir parte de los costos requeridos para seguir avanzando en la alternativa de obtener soluciones a los problemas por la vía de incrementar el conocimiento sobre las variables que inciden en los mismos y su atención sistémica. ¿Cuál será el papel en el futuro del sector privado nacional en este financiamiento de la ciencia? Nos referimos no solo a la empresa poderosa, en posición de financiar desarrollos que le interesan, sino al sector conductual y social de gobiernos locales y asociaciones de vecinos con problemas que pueden ser resueltos por la ciencia.
Ciertamente un tópico lleno de interrogantes por resolver, que requiere un esfuerzo sostenido por parte de aquellos interesados en mantener la posibilidad de hacer ciencia para contribuir al desarrollo nacional y el bienestar de su nación. Es hora de generar los sistemas de conocimiento requeridos para poder orientar la generación de políticas públicas en las nuevas etapas por venir.
La Universidad Latinoamericana en Transformación: Desafíos y Perspectivas de la Formación Continua
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Y nos vamos de Ciencia Ciudadana (Carta a Humberto Ruiz sobre la Ciencia Ciudadana en la universidad venezolana del futuro)