En un artículo muy reciente (Superando la brecha entre la investigación y las políticas públicas) en la prestigiosa revista Lancet, los autores llaman la atención sobre el hecho de que “… Nuestro desafío central por lo tanto no es un vacío de conocimiento sino un déficit de traducción. Dadas las urgencias a que nos enfrentamos, la producción de investigación no es suficiente, esta debe ser traducida en políticas públicas y amplificada”.
El problema al que nos referimos–cómo hacer para que los resultados de las investigaciones sean conocidos e incorporados en las decisiones de políticas públicas tendientes a resolver problemas complejos en nuestras sociedades–puede ser analizado desde el punto de vista de la Movilización de conocimiento, y de cómo se puede llevar en múltiples pasos ese conocimiento generado por la investigación hasta los usuarios finales, tal como se visualiza en la imagen divulgada en el documento conceptual producido en ocasión de la Conferencia sobre K* convocada por la Universidad de las Naciones Unidas en 2012:
Sin embargo, entendemos que es preferible estudiar el problema de la vinculación entre investigación y políticas públicas desde estas últimas, como hemos venido haciendo en la Fundación InterConectados. Este vincular la investigación con las políticas públicas es también un problema en nuestro medio latinoamericano; ya en 2016 publicamos una nota (El deber ser del análisis de políticas públicas) donde criticamos el “operativo del cortocircuito”, respuesta inadecuada de los decisores a los problemas sociales. Publicamos en esa oportunidad (y hoy lo volvemos a hacer) el famoso esquema de William N. Dunn referente al tema:
Sin embargo, el problema al que se refieren los autores citados al inicio de esta nota tiene más que ver con la estructuración del problema, y cómo los diferentes actores lo perciben y atienden para solucionarlo. Es aquí donde nos encontramos con el famoso “Error del tercer tipo: resolver bien el problema que no es”, caso frecuente en nuestras instancias decisoras de políticas públicas y que nos inserta en un “ritornello” permanente de volver a comenzar nuevas estrategias en lugar de avanzar sobre lo ya generado. Una manera de entender este proceso de estructuración de problemas se puede apreciar en la siguiente figura, tomada del sitio del “Registro Mundial de especies marinas introducidas”:
Y es aquí donde creemos que el enfoque de “Investigación Colaborativa” puede ser muy exitoso. Un resumen de lo que venimos exponiendo, y para el cual puede resultar útil nuestra reciente nota dedicada casi exclusivamente a definir algunos términos utilizados en esta campo, puede verse en la figura a continuación:
Si partimos de la visión del Sistema de Conocimiento, donde se generan los equipos de investigación colaborativa para indagar sobre aquellos aspectos desconocidos de un problema dado, luego de interactuar los múltiples actores del sistema, que incluyen a los decisores de políticas públicas, quienes lograr colaborar con aquellos que eventualmente pueden evaluar constructivamente los logros de las políticas para su posterior modificación y adecuación con base en las experiencias acumuladas, debería ser posible avanzar rápidamente en la solución de problemas sociales de todo tipo, en salud, alimentación, empleo, ambiente, lucha contra la pobreza y demás.
Aquí caben algunas preguntas: ¿Tenemos un sistema educativo que ayude a adquirir las competencias requeridas para generar equipos eficientes colaborativos? ¿Tenemos ciudadanos empoderados en capacidad de interactuar y participar activamente en los procesos de evaluación de los resultados de políticas anteriores y generación de nuevas y mejores políticas? Estas son, entre otras, algunas de las consideraciones que indagamos en forma permanente en InterConectados. Le invitamos a unirse a estos esfuerzos.
Boletín InterConectados diciembre 2024
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