No es posible tener buenas universidades sin profesores académicamente bien formados
Claudio Bifano
Universidad Central de Venezuela
Academia de Ciencias Físicas Matemáticas y Naturales
En el liceo donde cursé mis estudios de secundaria había un letrero que recordaba “Una escuela vale lo que valen sus maestros”, una advertencia cargada de sentido común que lamentablemente ha ido perdiendo vigencia en nuestro y en otros países del mundo.
Hasta hace unos años atrás contábamos con universidades que se colocaban entre las cuatro o cinco primeras de América Latina. Esto fue producto de un trabajo sistemático de los Consejos de Desarrollo Científico y Humanístico u organismos similares y del apoyo importante que recibieron del Estado, a través del CONICIT.
En los últimos veinte años el nivel académico de nuestras universidades ha sufrido un preocupante deterioro causado principalmente por el vergonzoso y denigrante tratamiento que el gobierno reserva a las instituciones universitarias, producto de la ignorancia, el desinterés por el futuro de la sociedad y la mala fe.
Esta realidad ha traído como consecuencia una considerable emigración de capital académico, el deterioro de la infraestructura para la docencia y la investigación y la deserción de parte del estudiantado. En nuestras universidades hay profesores que mantienen la docencia a un nivel aceptable y hacen investigación en la medida de las posibilidades que tienen a disposición. Pero están aislados y lo hacen por iniciativa propia.
Las autoridades académicas y los gremios reclaman continuamente las miserables condiciones de vida del profesorado y hay que insistir en esto, pero no es lo único que debe hacerse.
Las autoridades universitarias a la par de preocuparse por asegurar mejores condiciones de vida para el profesorado y deberán pensar en preservar a los profesores de mayor rendimiento académico y fomentar programas de formación de nuevas generaciones de profesores-investigadores. No se puede esperar que este gobierno destine recursos económicos que satisfagan las crecientes demandas de las universidades para su funcionamiento integral. Esto no va a ocurrir con éste ni con un posible gobierno diferente, dadas las paupérrimas condiciones de vida de la sociedad.
Para rescatar a las universidades es imprescindible rescatar la figura del profesor-investigador instaurada a partir de 1958 y para ello habrá que hacer sacrificios y trabajar con visión de futuro. Las autoridades universitarias no pueden seguir esperando recibir del Estado el ya famoso “presupuesto justo” para su funcionamiento. Pensamos que en este momento una de sus acciones más importantes seria buscar y encontrar recursos para complementar el sueldo de los profesores que más beneficios académicos reportan a la institución y complementar la labor de investigación que realizan. Con esto planteamos la revisión de la política de homologación de sueldos y la evaluación del rendimiento académico del profesorado, como asuntos que por más incomodos e impopulares que sean, deberán ser alguna vez discutidas y repensadas. El modelo de universidad subvencionada totalmente por el Estado ya no es viable y no se puede seguir pensando en una universidad que no evalúe el rendimiento académico de su personal. Los profesores que han tomado la responsabilidad de dirigir a las universidades tienen ante sí el enorme reto de repensar políticas y prácticas que se han establecido en las universidades a lo largo de más de cincuenta años.
Debemos dejar de repetir que al profesorado no se puede exigir más por el sueldo que reciben y que el solo hecho de remediar unas clases justifica su presencia. Esto contradice la esencia de la Universidad y es un pésimo mensaje para los profesores jóvenes. Será necesario evaluar el rendimiento académico de los profesores y complementar los sueldos con recursos propios.
Además de los profesores activos que cumplen sus labores de manera adecuada, hay jubilados que aún podrían ser llamados para cumplir algunas funciones de docencia y de investigación, previa evaluación de sus capacidades y hay recursos internacionales disponibles para emprender programas de formación académica. Pero hay que saber cómo competir para obtenerlos. Sería necesario que los Vicerrectorados Académicos, los Consejos de Desarrollo Científico o similares, los Consejos de Estudios de Postgrado, apoyados por un eficiente y competente Departamento de Relaciones Internacionales y otras instancias diseñadas para la búsqueda de fondos, alinearan acciones con las Coordinaciones Académicas y de Investigación y Postgrado de las Facultades para asumir ese reto y hacer lo posible para lograr esa meta.
1 Luis B. Brito Figueroa. El Estado y la Educación en América Latina
https://inces.gob.ve/wp-content/uploads/2020/10/Estado-y-Educacion-en-America-Latina.pdf.
2 Conicit (1997). Sistema de Información de Becarios del Conicit (SIBIC), Caracas, Conicit.
3Elieth Diez, Yajaira Freites Mónica García Pérez, Luis Ordoñez, José Pineda, Jaime Requena y Sully Romero. Migración de investigadores venezolanos: Impacto e implicaciones de políticas públicas. Interciencia Vol 46, N° 1
2021
Paul Esqueda
noviembre 12, 2023El autor nos presenta la grave situación que viven nuestras universidades públicas y al mismo tiempo nos señala la oportunidad que representa esta crisis para repensar nuestras universidades evitando los errores del pasado como la homologación de sueldos. Prácticamente debemos reconstruir las universidades públicas casi desde cero con la formación de una nueva generación de profesores con una clara orientación al descubrimiento de nuevos conocimientos