En su brillante investigación sobre “Infancias desiguales” (University of California Press, 2003) la profesora Annette Lareau demuestra como, dentro de la sociedad norteamericana, la raza, el género, la religión y la clase social, son sumamente importantes a la hora de definir logros en la vida. Mediante un estudio etnográfico de la vida de doce familias con niños en tercer grado de escolaridad, la autora descubre la lógica de crianza familiar que reproducirá las desigualdades en las que están inmersos los padres de esos niños, y que los afectará a lo largo de sus vidas.
El estudio de Lareau viene a cuenta al observar como, en una evaluación cualitativa de nuestras universidades venezolanas y sus bibliotecas, realizada con los cursantes regulares de nuestro Curso Abierto Masivo en Línea sobre Investigaciones Colaborativas en Ciencias Sociales, encontramos rasgos que parecieran mantener la cultura tradicional de nuestras organizaciones. Nos referimos a la visión de las universidades como “islas de conocimiento”, separadas de otras estructuras sociales por paredes sumamente difíciles de penetrar, y que imponen a sus miembros visiones similares a las ya existentes, dificultando así el cambio necesario (y posible gracias a las tecnologías digitales).
Si a lo anterior añadimos el problema de no saber airear nuestras diferencias, de discutir sobre ideas y conceptos sin por ello personalizar las diferencias, de manera que podamos seguir trabajando colaborativamente luego de resolver las visiones encontradas que pudiesen surgir en el proceso de interactuar, tenemos que concluir que para la universidad venezolana, y por extensión nos atrevemos a incluir a toda latinoamérica, le va a ser muy difícil abrirse a interacciones abiertas con las sociedad que la rodea.
“Relaciones desiguales” pudiera llamarse el libro que resultase de un estudio a fondo de como nuestra sociedad utiliza información y conocimiento, dependiendo de si proviene de una institución democrática y meritocrática como la universitaria o si, por el contrario, proviene de la autoridad percibida o establecida, como puede ser el poder de los gobiernos, sean estos locales, regionales o nacionales. De allí la importancia de aprender a movilizar información proveniente de la investigación científica a los lugares de toma de decisión de políticas públicas. Para ello las universidades deben comenzar por abrirse a la interacción con las comunidades que las rodean, conocer lo que estas necesitan y practicar a proveer ese conocimiento necesario. Solo con esta experticia podrá la universidad intentar el salto cuántico de intervenir en las decisiones de política de manera orgánica en forma sistemática.
La gran aliada en este proceso no será otra que internet y la web 2.0, pero debemos aprender a utilizarla para nuestros propósitos, este es el reto actual, este es el camino.
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