Si entendemos la colaboración como “un proceso compartido, coordinado e interdependiente (ver nuestra entrada anterior en la bitácora de InterConectados)” parece de perogrullo lo que debemos hacer para lograr investigaciones colaborativas, ¡solo deberemos estudiar problemas en forma compartida, coordinada e interdependiente!
La verdad es que, al menos en nuestro medio latinoamericano, es bastante difícil lograr investigaciones colaborativas, en mucho debido a que no hemos desarrollado una cultura colaborativa en nuestros ambientes académicos, y por lo tanto, a nuestros investigadores y egresados universitarios se les dificulta generar las actitudes requeridas para compartir, coordinar e interrelacionarse eficientemente.
En este sentido, en un artículo ya clásico producido por Boavida y Ponte (2002) publicado en la revista Educación y Pedagogía en el 2011, se indica que la colaboración constituye una estrategia para lidiar con problemas que parecen de difícil solución de manera individual por ofrecer una serie de ventajas, tales como el reunir más energías de las que posee una sola persona, fortaleciéndose así la determinación para actuar; unir diversas experiencias, competencias y perspectivas, generando más recursos para concretar con éxito un determinado trabajo; y generar sinergias que posibilitan una gran capacidad de reflexión y un aumento de las posibilidades de aprendizaje mutuo; aunque surjan incertidumbres y obstáculos que deban ser enfrentados.
Los mencionados autores analizan las posibles fuentes de conflicto y problemas que se presentan: “En un mismo grupo pueden reunirse personas motivadas por razones diferentes, pero que encuentran una plataforma de entendimiento común. La verdad es que un grupo colaborativo no siempre es fácil de instituir y mantener en funcionamiento; pero cuando se establece con un objetivo y un programa de trabajo claramente asumido, constituye un dispositivo con gran poder realizador… La colaboración puede desarrollarse entre pares, por ejemplo, entre profesores que trabajan en un mismo proyecto; pero también puede tener lugar entre actores con estatus y roles diferenciados, por ejemplo, entre profesores e investigadores, entre profesores y alumnos, entre profesores y responsables de la educación, o incluso al interior de equipos que integran diversas habilidades, como maestros, psicólogos, sociólogos y padres de familia. La necesidad de diversificar el equipo puede surgir naturalmente de los objetivos del trabajo. Cuanto más diversificado sea un equipo, mayor esfuerzo y más tiempo son necesarios para que funcione con éxito, dada la variedad de lenguajes, marcos de referencia y estilos de trabajo de sus miembros.”
Es por ello que los autores hacen énfasis en el proceso y sus diferentes etapas, ya que una “investigación cooperativa no se instituye como grupo con una simple reunión preparatoria, siendo necesario cumplir toda una fase inicial, en la que los distintos miembros aprenden a trabajar unos con otros. En general, estos grupos se constituyen a partir de la iniciativa de una o dos personas, que asumen la voluntad de llevar a cabo un proyecto, identifican las principales ideas y tratan de unir a ellos los demás participantes. En esta etapa, el desafío es crear un grupo que sea capaz de trabajar de manera colaborativa con base en ideas formuladas inicialmente por un número reducido de personas… Hookey, Neal y Donoahe (1997), a partir de su experiencia en un proyecto colaborativo, indican cinco tipos de tareas que, en su caso, facilitaron el establecimiento y el desarrollo del trabajo conjunto:
— Iniciar una relación de trabajo, lo que incluye la negociación de cómo, por qué y cuándo se trabaja en conjunto.
— Determinar propósitos ventajosos para el trabajo en común.
— Establecer contextos de apoyo, que pasa por negociar apoyos en conjunto con las direcciones de las escuelas.
— Mantener una relación de trabajo, lo que exige enfrentar ambigüedades y negociar las inquietudes que surjan durante el trabajo conjunto.
— Ampliar los propósitos iniciales del trabajo, para permitir distintas posibilidades de desarrollo profesional individual”.
Finalmente nuestro autores analizan los problemas y dificultades en la investigación colaborativa, separándolos en cuatro aspectos diferentes: en primer lugar, la colaboración está marcada por la imprevisibilidad; en segundo lugar, es preciso saber negociar la diferencia; en tercer lugar, es preciso saber negociar los costos y beneficios, y; en cuarto lugar, es preciso estar atento a la autosatisfacción confortable y complaciente y al conformismo.
Es indudable que para conformar un equipo eficiente de investigación colaborativa, en particular cuando las interacciones se realizan en forma virtual, es requisito indispensable el manejar adecuadamente las comunicaciones al interior del equipo, tema sobre el que ya nos hemos referido en notas anteriores, así como manejar los aspectos de financiamiento y culturas nacionales e institucionales (ver por ejemplo esta trabajo de Corea del Sur); aspectos estos a los que estaremos volviendo repetidamente cuando dirijamos nuestra atención a la utilización de la investigación colaborativa para obtener conocimientos sobre diferentes aspectos de una sociedad.
Le invitamos a expresar su opinión y.considerar la posibilidad de adelantar sus investigaciones dentro del marco general de nuestra red colaborativa.
fredy de jesus castillo
enero 11, 2019me parece interesante hay que ensayar para ver hasta donde podemos llevar el desarrollo de una partida de ajedres , asi ganaremos todos los que participamos para resolver un problema , cualquiera que sea
zulydelfiaco
febrero 5, 2019Las dificultades para trabajar de forma colaborativa son un problema presente en cualquier equipo de trabajo, vivido a diario en las comunidades académicas, entre otras. Dichas dificultades suelen asociarse con las actitudes asumidas ante el trabajo colaborativo, así como las habilidades comunicativas y tecnológicas de los actores, comentadas en https://lookaside.fbsbx.com/file/DialnetElAprendizajeColaborativoEnAmbientesVirtuales-652184%20%281%29.pdf?token=AWw6zNpa9KFWJlM4D2pcOWP1KkYdt4B5.
Y aunque el cambio de actitudes y el desarrollo de ciertas habilidades para el trabajo colaborativo no se logran de la noche a la mañana, con el CAMEL2 de InterConectados (https://bitacora.interconectados.org/los-camel-2019/) damos un paso al pretender iniciar el desarrollo de competencias colaborativas a partir de un nuevo posicionamiento actitudinal y el desarrollo de habilidades para la comunicación mediada por herramientas informáticas básicas; para ello se trabaja en función del logro de: ejercicios de navegación e interacción en ambientes virtuales de aprendizaje; habilidades en la búsqueda y organización de información; el cambio de actitudes, aptitudes y prácticas asociadas con la colaboración; y la conformación de equipos colaborativos. Si las personas se interesan y comienzan a formar parte de esta experiencia de trabajo, de seguro estamos navegando con una buena rosa de los vientos.