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El profesor universitario, un hombre de letras y sensibilidad, se encontraba atrapado en una encrucijada que parecía no tener salida. La crisis en su país, Venezuela, se había agudizado hasta límites insospechados. La escasez de alimentos y medicinas era cada vez más palpable, y le recordaba las terribles imágenes del Holodomor que había estudiado en su juventud.
Por las noches, mientras intentaba conciliar el sueño, su mente vagaba por los páramos andinos, donde la leyenda de la loca Luz Caraballo aún resonaba con fuerza. La historia de aquella mujer que, ante la adversidad, había perdido la razón y se había sumergido en una profunda soledad, le provocaba un escalofrío que le recorría la espalda. ¿Estaría él destinado a sufrir un destino similar?
Sus alumnos, jóvenes llenos de esperanza y sueños, lo buscaban como un faro en medio de la tormenta. Pero ¿qué podía ofrecerles? ¿Cómo podía protegerlos de la creciente violencia y la incertidumbre que azotaba al país? La idea de abandonar su tierra, de dejar atrás a su familia y amigos, le producía un dolor insoportable. Sin embargo, la posibilidad de quedarse y enfrentar una realidad cada vez más deshumanizada lo llenaba de angustia.
Un día, mientras caminaba por las calles de su ciudad, se encontró con un antiguo compañero de universidad, ahora reclutado en una milicia opositora. Su amigo lo instó a unirse a la lucha, a tomar las armas y a defender la libertad de su pueblo. La propuesta lo tentaba, pero al mismo tiempo lo aterrorizaba. ¿Estaba preparado para convertirse en un soldado? ¿Podría vivir con la posibilidad de quitarle la vida a otro ser humano?
Esa misma noche, mientras hojeaba publicaciones académicas en busca de alguna esperanza, el profesor se topa con el Boletín de octubre de 2018 de la Fundación Interconectados. Las palabras del editorial resuenan en su mente, la talla de Luis Ordóñez “Las angustias del profesor universitario» que adorna el Editorial, con su rostro marcado por el sufrimiento y la incertidumbre refleja a la perfección su propio estado de ánimo y cobra vida en su interior. Ya no se sentía como un náufrago en medio de un océano de desesperanza, sin saber hacia dónde dirigirse, el esfuerzo de Interconectados por reunir docentes interesados en la investigación académica y el desarrollo basado en conocimiento, le transmitió la fuerza de espíritu requerida para sobreponerse a sus dificultades.
Esa noche, en su sueño, se vio a sí mismo caminando por los páramos, siguiendo los pasos de Luz Caraballo. El viento azotaba su rostro y la niebla envolvía su figura, ocultando el camino. De repente, se encontraba frente a una bifurcación. A un lado, un sendero que lo llevaba hacia la guerra, hacia la lucha por un futuro mejor. Al otro, un camino que lo conducía hacia la soledad, hacia una vida marcada por la pérdida y el dolor.
¿Cuál de los dos caminos elegiría el profesor? ¿Se dejaría arrastrar por la vorágine de la violencia, o buscaría refugio en la soledad y la introspección? Su decisión marcaría el rumbo de su vida y el destino de aquellos a quienes amaba. A pesar de la angustia y la incertidumbre, el profesor decide no rendirse. Inspirado por la valentía de sus alumnos y por la necesidad de ofrecerles un futuro mejor decide aprovechar sus conocimientos y habilidades para contribuir a su comunidad. Al conocer la labor de Interconectados, encuentra una vía para canalizar su energía y su deseo de hacer un cambio positivo.
Comienza a organizar talleres y actividades de ciencia ciudadana en su universidad, involucrando a sus estudiantes en proyectos de investigación relacionados con los problemas que afectan a su región. Juntos, recolectan datos sobre la calidad del agua, la contaminación del aire, la deforestación y otros problemas ambientales.
Los resultados de sus investigaciones son difundidos a través de la plataforma de Interconectados, generando un gran impacto en la comunidad. Los datos recopilados servirían de base para la toma de decisiones y la implementación de políticas públicas más eficientes en manos de gobiernos preocupados por el bienestar común. Además, la participación en estos proyectos fortalecía el sentido de comunidad y empoderaba a los jóvenes, dándoles las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos del futuro.
Con el tiempo, el movimiento de ciencia ciudadana se expandió por todo el país, generando una red de ciudadanos comprometidos con la construcción de un futuro más sostenible y justo. El profesor, que en un principio se sentía solo y perdido, se convierte en un líder inspirador, demostrando que incluso en los momentos más difíciles, la educación y la ciencia pueden ser motores de cambio.
Jordi Contreras
febrero 2, 2025Un artículo esperanzador, aunque siempre podríamos pensar en el refrán que reza «soñar no cuesta nada». Difícil escoger cual camino, cuando las tripas te suenan y las suelas las tienes rotas, pero como también se repite muy constantemente en nuestra mente el que «en la unión está la fuerza», habrá muchos que seleccionaremos el camino correcto, el ético y el de compromiso con nuestra gente.
Paul Esqueda
febrero 2, 2025Una historia muy inspiradora, es un cuento de encontrar propósito en la desesperanza. Seguramente está basado en hechos de la vida real, no obstante, valdría la pena reunir historias similares con personas como Alberto Rodríguez y su experimento en Catuche. El profesor es un verdadero emprendedor social y me recuerda a la historia de Madre Cabrini en la película del mismo nombre. donde ella emprende crear un hogar de niños en Nueva York para los inmigrantes italianos. Eran tiempos en que los niños morían en las calles de frio y hambre. Madre Cabrini tiene éxito con el hogar de niños, crea un hospital y en pocos años tenía una «corporación» mundial de escuelas, hospitales y universidades.